viernes, 16 de septiembre de 2016

EL MÉDICO Y EL LADRÓN. NADA ES TAN SIMPLE


He leído tantas certezas en estos días. Y yo acá, como siempre, dudando.
Y juro que no es una actitud de displicencia filosófica. Es que no tengo respuestas.
Vamos a la historia del Sr Lino Villar Cataldo, quien mató al Sr Ricardo Krabler, el 26 de agosto en Loma Hermosa y que se ha simplificado como “El médico que mató al ladrón”.
El médico y el ladrón. Qué fácil para pararse en veredas opuestas.
Para algunos el hecho de que  haya matado “el médico” es un agravante. Hay un cierto odio de clase. Igual parece que el tipo vivió en una villa, lo que le daría cierta redención.
¿El médico es victimario? Sí. Mató.
¿Es víctima? Si. Porque fue violentado.
¿El ladrón es victimario? Si. Porque violentó al médico.
¿Es víctima? Si. Porque le pegaron cuatro tiros.
Nada hubiese sucedido si el ladrón no hubiese intentado el robo al médico. Entonces esa es la chispa. Ahí se desencadena el conflicto.
¿Lo exculpa al ladrón el ser pobre? No. La pobreza condiciona, es verdad; y sin embargo la mayoría de los pobres elige no ser delincuente. Nótese la trampa de los pseudoprogresistas: “Yo, (que vengo a ser un ser superior), creo que el único camino que tiene ese pobre animalito es ser delincuente”
Hay algo que se llama responsabilidad. Uno puede vivir su vida como quiera, pero debe hacerse absolutamente responsable de sus elecciones. Desde ese lugar, no me da la mínima pena si se muere un andinista en la montaña o un automovilista en una carrera; y si salís a afanar de caño, morir forma parte de los riesgos.  
Si alguien tiene un arma, es porque piensa que la puede usar. Y los dos la tenían.
Desconozco si el médico pudo hacer otra cosa, o se nubló, o es un hijo de puta. Lo mismo me pasa con el ladrón.
¿Pudo el médico en ese momento pensar que una vida vale más que un auto? Supongo que no tuvo tiempo ni claridad para la filosofía.
Defender al ladrón queda mucho mejor para no parecer facho. Pero no me sale llorar sobre su tumba.
Y el médico mató a un tipo; debe hacerse responsable por elegir tener un arma y elegir dispararla.
Como ven, para mí nada es tan simple. Lo lamento. 

miércoles, 27 de enero de 2016

LA TEORÍA DEL DERRAME. MORIR DE PELOTUDEZ








Puedo entender cómo funciona el mundo. Más o menos. Pero no puedo entender el por qué.
Porque resulta que la política liberal le da el poder al mercado, que son unas empresas que son las que toman las decisiones con el objetivo de enriquecerse.
Pero ¿qué es enriquecerse? Tener más dinero. Pero el tema es que ni siquiera ese dinero existe: esa riqueza es virtual. Este no es un concepto romántico. Esto de “nada te llevarás a la tumba”. Cuando digo que es nada, es realmente nada.
O sea: el dinero no existe. Cuando se dice que una empresa tiene una determinada cantidad de dinero, es pura virtualidad. Pero como lo creemos, se vuelve real.
Yo tengo un pequeño departamento. Pequeño pero mío.            
Pero: ¿qué es lo que tengo? Un espacio en un edificio que alguien en un papel puso que es mío y que otro individuo que convencionalmente se llama escribano y al que convencionalmente le hemos dado el poder de fedatario dice que me pertenece, porque yo le di a otro individuo que afirmaba lo mismo,  unos papeles llamados billetes o bien una transferencia online de nada, con la que me hago acreedora de este espacio que me alberga.
Ridículo. Pero lo aceptamos.
Esto parece gracioso, o un juego de palabras. Pero por esto, muere gente todo el tiempo de hambre. ¡Y mierda: no hay nada más vergonzoso que morir de hambre!
La teoría del derrame, dice más o menos, que si los ricos juntan plata, o sea, nada, esto en algún momento rebalsa y se derrama para los pobres. Aún si esto fuera cierto sería una inmundicia.  Siempre me dio asco tomarme “el mezcladito”.
Cuando me pongo a pensar en los grupos económicos internacionales, en la famosa globalización y en presidentes de países emergentes poniéndose a su servicio, me pregunto por qué lo hacen. No sé cuál es el beneficio. ¿Es destruir al otro por beneficio personal? ¿O creen realmente en que esto le sirve a la gente? ¿Los poderosos del mundo son gentes preclaras y perversas que buscan destruirnos o son idiotas? 
A veces me pregunto si todo esto es en serio. Claro. Yo me lo pregunto porque morfo, porque puedo sentarme en esta puta computadora a escribir, porque estudié y porque seguramente me anda sobrando tiempo para boludear. Pero todos los días mueren niños, y hombres y mujeres, de hambre, de guerra, de avaricia, de pelotudez, que es todo lo mismo.
 Se está corriendo detrás de algo que es la misma nada y yo en esa maratón no me anoto.
Y me voy haciendo a un lado, hermano, porque me van a atropellar si me quedo aquí parada atónita en el medio del camino.





lunes, 25 de enero de 2016

Hay negros en la piscina. LA TUPAC AMARU

Disculpe señor, pero hay negros en la piscina”







Todos estos  años, juro que lo único que  yo sabía era que la Tupac Amaru era un grupo que se juntaba en la esquina de mi laburo, y que cada tanto salían a joder con los bombos. No lo digo con orgullo, claro.
Sólo la detención de Milagro Sala me hizo estudiar los orígenes, motivaciones y evolución del movimiento.
Ahora te pregunto: ¿Vos viste la obra que ha hecho la Tupac en Jujuy? Un lugar con casas decentes, hechas por ellos mismos, o sea con un doble objetivo social: trabajar y habitar. Hubo  excedente de dinero; entonces se hicieron fábricas con las que abastecieron las obras, y ahí bajaron más los costos y hubo más excedente, y hubo colegios primario y secundario,  y terciario, y hubo centros de salud, y esto que es lo que  más molesta: ¡hubo  pileta!  Pero no pileta de pobre, así nomás, hubo parque acuático, con dinosaurios que parecen toboganes.
O sea: pensado desde todos lados: no sólo comida, también laburo, también  estudio, y los niños que se deslizan por dinosaurios. Eso es vislumbrar la dignidad humana. Y claro: eso ofende. Entonces ensuciemos a su dirigente diciendo que es una chorra, ellos tan cristianos. Negros patasucia! Yo no tengo pileta, ni dinosaurios para deslizarme!
¿Milagro Sala se quedó con dinero? ¿Hubo asociación ilícita? ¿Hay blanqueo de dinero del narcotráfico? No lo sé. Los que las tengan, que presenten las pruebas para terminar con esta presunción de culpabilidad (perdón, ¿no era de inocencia?)

Mientras tanto no seamos hipócritas: lo que jode es que en Jujuy  se llenó la piscina de negros.

jueves, 23 de abril de 2015

EN PARIS NO HAY PÁJAROS. La mujer objeto. Entrevista a Sil Maitén

Entrevista a Sil Maitén, autora de la Obra Teatral  En París no hay pájaros.


¿Qué te llevó a escribir esta obra?
Esta obra empezó en un lugar, y terminó en otro, para mi impensado. El tema con el que empecé a escribir tenía que ver con esta expresión tan argentina cuando nos referimos a nuestro país de decir “este país”. Entonces, París tenía que ver con esa imagen de un afuera perfecto.  Uno de los personajes tenía que venir de París. Y allí estuvo.
 Inmediatamente me surgió el personaje masculino experimentando con un pájaro, que también simboliza el afuera, pero de otra forma: el milagro, tal vez la religión o la ciencia.
Pero ahí se me apareció el segundo personaje femenino, y era prostituta; y su hermana, la que vive en París, también lo era. Y el hombre, “el cafiolo”, que menosprecia a su mujer, que la humilla.
Y si bien los otros temas no desaparecieron, seguramente había una urgencia inconsciente de hablar no sólo de esa mujer objeto, sino de la mujer en la sociedad.
¿Cómo fue el proceso creativo?
Yo afirmo que esta obra se escribió sola. No recuerdo como surgieron la mayoría de las escenas primarias. Hubo muchas "casualidades" en cómo se fue armando.
Los nombres también se pusieron solos, y si bien en algún momento pensé en cambiarlos, al final los respeté. Así quedaron Gracia y Clara, los dos personajes femeninos. Y los nombres no cayeron ahí por nada. 
¿Cuál te parece que es la situación de la mujer en la sociedad actual?
El papel que jugamos las mujeres  sigue siendo  de un horrible menosprecio. Seguimos siendo objetos. A mi no me entra en la cabeza que existan las prostitutas, porque no puedo entender que un hombre disfrute teniendo sexo con una mujer que pagó, y que no la está pasando bien. Es un acto vil y egoísta. 
Pero la mayoría no somos prostitutas, y sin embargo hay un concepto de mujer gueisha que está naturalizado y aceptado. Por las mujeres. Yo creo que hay poca participación. Hacemos como Susanita que le cuenta cosa horribles a Mafalda y le dice " ¡decí qué barbaridad!. Bueno listo. Ahora vamos a jugar".
Y también es muy popular decir que en la cama hay que ser una puta. No estoy de acuerdo.  Hay que ser una mujer que disfruta, no una puta.
Para la mayoría de los hombres, el ideal es la mujer estúpida. Buen culo, buenas tetas, y medio boba.
¿Qué papel juegan los medios en esto?
Los medios no lo provocan. Son un espejo de aumento. Si vemos en los scketchs de Olmedo y Porcel, ya la mujer era un adorno que se podía tocar. Y parecía muy gracioso. Tinelli corta la pollerita. Sofovich pedía que se agacharan a levantar los cupones. Todo esto con el mayor de los consensos y risas varias.
¿Y qué deberíamos hacer  las mujeres?
Dejar el rol de gueisha. No tener miedo. Vivir por una. Cultivarse.Sentirse segura  de que no necesita seducir con eso. No tener miedo de que la rechacen. Y educar de otra forma a los hijos varones. Que ellos tampoco tengan miedo de la mujer plantada, entera. Pero esto no es tarea sólo de las mujeres. Ellos también tienen que participar.
¿En París no hay pájaros es una obra para mujeres?
No. Ojalá que no. Quiero que vengan muchos hombres, y lo hacen. Y también colabora mi hijo con nosotros, y el hijo de Amanda.  Entre todos los seres humanos sensibles e inteligentes podemos cambiar las cosas.

En París no hay pájaros. Teatro Tadrón. Viernes 1° de mayo a las 21 hs. Actúan Amanda Benedetto, Mauricio Giaconía y Sil Maitén. Dramaturgia y dirección Sil Maitén.



sábado, 20 de diciembre de 2014

CUBA, LOS YANKEES Y YO


En diciembre de 2011 salí de vacaciones para Cuba. Unos días de playa, y tres días en la Habana.
Después de unos días en Varadero, llegamos a La Habana. Fuimos al hotel. Elegimos el Trip Habana libre, ex Hilton, el hotel que a poco de inaugurar por los Yankees, fue tomado como cuartel de la Revolución. Quería estar cerca de la historia, en esa manía de antropóloga barata que tengo.
Lo primero que hicimos fue abrir la ventana y respirar La Habana. Fue una emoción desde acá adentro, como de asomarme a un lugar que conocía, como de llegar a alguna parte.
Y salir rápidamente a respirar el aire de sus calles, del Malecón, de la Plaza.
Me dolió La Habana, digo ya, adelantándome.
Me dolió la pareja que nos engañó y nos arrastró por calles, rápido, tratando de estafarnos, cosa que casi logran (bienvenidos a la Habana), me dolió la gente pidiendo en las calles, me dolieron las evasivas ante la más inocente de las preguntas, y ese mirar para todos lados, ese sentirse observados; me dolió el Malecón ese 10 de diciembre y la gente intentando juntarse, y nosotros en el medio tratando de entender, y las expresiones fantasiosas de muchos de que se iban a tirar al agua y nadar hasta los barcos que desde el otro lado tiraban fuegos artificiales. Y la cana de civil metida en el medio, y otra vez las evasivas ante nuestras preguntas, que no señor, que estamos paseando como hacemos siempre los cubanos. Y la tormenta que nos llevó a todos debajo de unos balcones que temía que se nos cayeran encima de lo viejo. Me dolió la suciedad y el olor pringoso de las casas y los barrios, y los charcos. Y cuando nos cambiaban moneda de ellos por esa moneda que es invento para turistas y otra vez nos estafaban. Y cuando la empleada del aeropuerto trató de negociar otra vez y tal vez volver a engañarnos.
Y me dolió porque, en medio de tanto europeo, a nosotros nos hablaban directamente en español; nosotros nos damos cuenta de que son de los nuestros, decían. Por cómo se ríen. Entonces, sí. Confirmado. Éramos lo mismo. Y por eso me dolía.
Y claro. Volver  a Buenos Aires y tratar de explicarlo, conmovida, dolida, emocionada. Y la incompresión. Que andate a los Estados Unidos, me decían.  A mi. Que odio a los Yankees y a su amerdican uei of laif desde siempre, desde que vos comías en el Pamper y tu tía y la mía soñaban con ser como ellos, y yo arrancaba la bandera yankee de los pantalones iufo y les ponía una bandera argentina. ¡Que vos fuiste con prejuicio! Puede ser. Había aprendido que la gente tenía salud, educación, todos tenían casa y había igualdad, y así fui, creyéndolo. Y me pregunté cómo se goza de salud en medio de la mugre, cómo se estudia sin lápices, cómo se vive en un lugar hacinado, cómo se piensa sin espacio. Pasé a ser vista como una militante de la derecha. Los neocomunistas argentinos, en sus casas y autos cómodos, me tildaron de fachista. A mi. Que creo que el dinero es una mierda, que en esos sueños infantiles que me pueblan, pienso que sería genial que cada uno sólo tomase lo que precisa y así todos en todo el mundo.
Y entonces me callé. Y me prometí volver a la Habana en 20 años. Y ver un país distinto. Me obligué a estar viva y sana de acá a 20 años. Y rogué. Mucho.
Y por qué hablo ahora. Porque a los putos yankees ahora se les ocurrió que “vamos a levantarles el bloqueo”. Y porque el Necio, el Innombrable Fidel, o vaya a saber quién, se ha puesto a negociar. Me pregunto qué habrán negociado. ¿Qué negociaron los Yankees con los Castro, en el Vaticano? Difícil que de ahí salga algo bueno. Ojalá que me equivoque.
Me pregunto qué va a pasar con los sueños de un verdadero socialismo. Me pregunto cómo es que no supieron, no pudieron, o no quisieron salir de los límites del bloqueo económico, y hoy parecieran entrar en una nueva etapa de huesmetrasero yankee. Que ya no nos van a invadir. Que ya no seremos colonia. Que Latinoamérica ha cambiado. Claro. Hoy los colonialismos se ejercen de modo diferente.
Me sigue doliendo Cuba. Porque soy una de ellos. Me reconocen por mi risa.
Faltan sólo 16. Digo. Años para volver a la Habana.
Ustedes me están mirando. Pero yo también. Estoy atenta.




miércoles, 27 de agosto de 2014

La bailarina. Una crítica teatral.
Una vez, cuando tenía 11 años, hice una bailarina. Era mi regalo de cumpleaños para mi mamá.
Era una bailarina de cerámica, con piernas muy largas y un tutú de gasa. Yo adoraba  las bailarinas.  Y no las artes plásticas.
Cuando llegó el día del cumpleaños, mi papá sacó unos regalos que había comprado y tenía escondidos en un placard, y yo le dije: ¡yo tengo esto para regalarle a mamá! Y saqué la bailarina.
La miró detenidamente, la dio vuelta y me dijo: qué lástima que no me dijiste, te la hubiera arreglado; la cara está muy fea.
Me dio mucha vergüenza, pero yo no quería que tocara mi muñeca. Iba a dejar de ser mi regalo.
Llego el momento, esperé que le dieran los regalos, y entonces  saqué mi bailarina, me puse a llorar y le dije a la vieja: este es mi regalo, pero es fea.
La miró emocionada, nos abrazamos, y seguimos llorando, abrazadas, largo rato.
La bailarina estuvo toda su vida en la cabecera de su cama.
El crítico de teatro hace lo mismo. Agarra el producto, lo da vuelta, lo examina, lo pone patas para arriba para ver si tiene calzones y dice: mmm…la cara está fea.

Le falta entender de regalos,  de abrazos, de vergüenzas, de emociones, de bailarinas de cerámica con piernas muy largas y tutú de gasa. 

domingo, 6 de abril de 2014

TEATRO. VERDAD Y MENTIRA

Lo que sigue lo escribí para mis actores, que estoy dirigendo en "AYER MURIO PERÓN" y me pareció bueno compartir.

En primer lugar quería hablar sobre qué es la verdad y la mentira en el teatro. No me importa como consideración teórica, sino como elemento práctico.

Todo lo que pasa arriba del escenario es mentira: nadie en la vida real hablaría como Pancho, por ejemplo. Lo cierto es que en la vida real la mayoría del tiempo hablamos y hacemos boludeces. Esto llevado al escenario sería un embole. El teatro es representación, y por lo tanto, es mentira.
Entonces: ¿dónde está la verdad? La verdad está en el “aquí y ahora” del personaje, en no ser Stella, Mauricio o Eduardo “haciendo de”, sino ser la Colo en Cafayate, ser el tano, preguntándose sobre el ser o no ser, ser Pancho encontrándose con esa Colo que viene desde el fondo de su memoria. La verdad es que lo que esté en el escenario “sea”, no “parezca”.
Esto es algo que se puede lograr en primer lugar, sabiendo al dedillo la letra. Esto libera. 
En segundo lugar, registrando el entorno (¿dónde estoy? ¿Cómo es el lugar? ¿A qué huele?, etc.), y registrando al compañero (un diálogo es eso, un diálogo: escucharlo cada vez como si fuera la primera vez). Si no registramos al otro personaje, lo que se ve son dos personas diciendo su texto en orden.
Registren los momentos en que logren este “aquí y ahora” y guárdenlos.

Lo segundo es “la sutileza”. Nos han hecho creer que en el teatro todo se tiene que “ver”. Me han dicho que la sutileza es para el cine (sic). Sin embargo, son los pequeños gestos, los pequeños cambios lo que conmueven al espectador.  Lo que se “ve” no son nuestras acciones exteriores, sino nuestras acciones interiores. Entonces el público no sólo “ve”, no sólo “entiende”, sino que siente, se conmueve, aunque no sepa muy bien por qué.

En tercer lugar, y de índole absolutamente práctica, es registrar al compañero, estar atento. En escena y fuera de ella, incluso en los ensayos.
El actor es absolutamente egocéntrico: me ocupo de mi texto, de mi personaje, de mis elementos, de mi vestuario. Hay que estar atento. Ver qué necesita el otro, en lo anímico y en lo práctico. Pasar del “mi”, al “nuestro”.


Y por último reiterar que todo se trabaja fuera del ensayo: en casa, en el bondi o donde sea. El ensayo está para poner en cuerpo lo que se trabajó afuera. No hay ninguna inspiración divina que aparezca en el ensayo si antes no se trabajó.