He leído tantas certezas en estos
días. Y yo acá, como siempre, dudando.
Y juro que no es una actitud de
displicencia filosófica. Es que no tengo respuestas.
Vamos a la historia del Sr Lino
Villar Cataldo, quien mató al Sr Ricardo Krabler, el 26 de agosto en Loma Hermosa
y que se ha simplificado como “El médico que mató al ladrón”.
El médico y el ladrón. Qué fácil para
pararse en veredas opuestas.
Para algunos el hecho de que haya matado “el médico” es un agravante. Hay
un cierto odio de clase. Igual parece que el tipo vivió en una villa, lo que le
daría cierta redención.
¿El médico es victimario? Sí.
Mató.
¿Es víctima? Si. Porque fue
violentado.
¿El ladrón es victimario? Si.
Porque violentó al médico.
¿Es víctima? Si. Porque le
pegaron cuatro tiros.
Nada hubiese sucedido si el
ladrón no hubiese intentado el robo al médico. Entonces esa es la chispa. Ahí
se desencadena el conflicto.
¿Lo exculpa al ladrón el ser
pobre? No. La pobreza condiciona, es verdad; y sin embargo la mayoría de los
pobres elige no ser delincuente. Nótese la trampa de los pseudoprogresistas:
“Yo, (que vengo a ser un ser superior), creo que el único camino que tiene ese
pobre animalito es ser delincuente”
Hay algo que se llama
responsabilidad. Uno puede vivir su vida como quiera, pero debe hacerse
absolutamente responsable de sus elecciones. Desde ese lugar, no me da la
mínima pena si se muere un andinista en la montaña o un automovilista en una
carrera; y si salís a afanar de caño, morir forma parte de los riesgos.
Si alguien tiene un arma, es
porque piensa que la puede usar. Y los dos la tenían.
Desconozco si el médico pudo
hacer otra cosa, o se nubló, o es un hijo de puta. Lo mismo me pasa con el
ladrón.
¿Pudo el médico en ese momento
pensar que una vida vale más que un auto? Supongo que no tuvo tiempo ni
claridad para la filosofía.
Defender al ladrón queda mucho
mejor para no parecer facho. Pero no me sale llorar sobre su tumba.
Y el médico mató a un tipo; debe
hacerse responsable por elegir tener un arma y elegir dispararla.
Como ven, para mí nada es tan
simple. Lo lamento.